La mejor manera de defenderse ante un incendio, es anteponerse a que pase. Si tomamos las medidas necesarias para evitar que se encienda un fuego, por el motivo que sea, ya estaremos reduciendo las posibilidades de que esto suceda. La función de la protección contra incendios consiste en prevenir el hecho, para así reducir el riesgo de sufrir cualquier tipo de pérdidas, o algún daño.
En la lucha contra el fuego, hablamos de la protección contra incendios, cuando nos referimos a las medidas que se disponen para protegerse de este. Dentro de estos sistemas distinguimos dos tipos, activos y pasivos. Los sistemas de protección pasivos son aquellos que establecen medidas que ayudarán a la extinción, prevención o evacuación del fuego, como las escaleras de incendios, paredes aislantes, conductos de extracción de humos… Los sistemas de protección activos, son aquellos que necesitan a alguien, para que puedan usarse. Pero la gran diferencia en la lucha contra el fuego se da con los sistemas de protección activa y los sistemas de extinción automática.
Estas dos formas de prevenir y apagar incendios son imprescindibles. La diferencia fundamental entre ellas, es que los sistemas de protección activa necesitan una persona para funcionar y los de extinción automática, funcionan a través de sensores y métodos de activación automática. Los sistemas de protección activa contra incendios constituyen, los medios, equipos y sistemas para avisar de la presencia de un fuego y así, evitar que este se propague, disminuyendo el riego de pérdidas y daños que este podría ocasionar. Los aparatos de extinción automática funcionan de forma mecánica, neumática o electrónicamente, o con una combinación de estos.
El fuego es un elemento muy peligroso que puede causar daños de todo tipo; humanos, medioambientales, culturales… por lo tanto debemos ser conscientes de ello y ante ponernos a cualquier desastre que pudiera suceder.